LA ORACIÓN DE MÓNICA
Hace muchos años y desesperada por su hijo sumergido en una vida de autodestrucción y desenfreno, se acercó una madre para pedirle al obispo Ambrosio, una fórmula para ayudar a su hijo a salir de tal desastre. Dos cosas le dijo el santo
1) Mónica, no se puede perder un hijo de tantas lágrimas
2) No le hables tanto a Agustín de Dios y háblale más a Dios de Agustín.
Hace muchos años y desesperada por su hijo sumergido en una vida de autodestrucción y desenfreno, se acercó una madre para pedirle al obispo Ambrosio, una fórmula para ayudar a su hijo a salir de tal desastre. Dos cosas le dijo el santo
1) Mónica, no se puede perder un hijo de tantas lágrimas
2) No le hables tanto a Agustín de Dios y háblale más a Dios de Agustín.
Mónica cambió de método y el resultado fue maravilloso. San Agustín escribiría luego sus "Confesiones" y cómo la oración de Santa Mónica le hizo tener un encuentro con Dios y lo convirtió en uno de los más grandes santos de la historia. Funciona. Tus hijos se pueden fastidiar de que les hables mucho de Dios, pero Dios nunca se cansará de que le hables de tus hijos. Quizas Dios te haga ver que no son tan malos como crees, quizas te invite a quererlos como son y a descubrir sus grandes virtudes y bondades aunque no cumplan con ritos. La mayoría de las veces los jóvenes no rechazan la religión sino a algunas personas cuyas prácticas religiosas son repetitivas, vacías, incoherentes y cuya vida es tan amargada y gris que no despiertan ninguna gana de acercarse a "su religión" . Siempre son necesarias las normas claras y las sanciones pertinentes adecuadas a la edad y psicológicamente constructivas. Pero creeme, hay edades y personas que mientras más les insistes más los alejas. Nada de sermones y discursos interminables de condenación. Que tu amor y vida coherente con lo que predicas, sea tu mejor sermón y recuerda, quien sabe lo que sembró no le tiene miedo a la cosecha. No le hables tanto a tu hijo de Dios y háblale más a Dios de tu hijo.