martes, 26 de junio de 2018

No todo se explica


Cuando la gente pasa por grandes tribulaciones o malos momentos, surge de inmediato, casi instintivamente la pregunta ¿Por qué ocurrió esto? ¿Por qué a mí?. Esa pregunta muchas veces atormenta y no soluciona nada. Por años he escuchado la propuesta de algunos líderes religiosos de distintas iglesias y coaches recomendando que la pregunta debe ser cambiada por esta: ¿Para qué?. Nunca me terminó de convencer esa pregunta hasta que encontré esta frase anónima que sí me convenció: "No todo se explica. No todo tiene respuesta. No todo tiene sentido. No todo es justo. No todo es lógico. ¡Aprende a vivir con eso!." Y es que definitivamente, hay casos en que no funcionan ni el por qué ni el para qué y me encuentro personas con doble tribulación. Por un lado el terrible drama o tragedia que viven y por el otro la cabeza dando vueltas, buscando explicaciones trascendentes, a veces para terminar "justificando injusticias" o para "justificar a Dios" cuando él ni siquiera tiene ninguna responsabilidad sobre eso. Cosas que simplemente son como son y ocurrieron de tal manera, sobre las cuales nada hay que aprender sino que lamentar . Es cierto que Dios sabe sacar cosas buenas de lo malo, ese es su trabajo (Romanos 8,28) pero a nosotros no nos toca responder por él. Entonces ¿Que queda en algunos casos? Nada, la vida es como es. Tome fuerza en la oración para superarlo, ármese de valor y siga adelante. Y si como desahogo le nace gritar ¡Por qué¡, dese el permiso, no le haga caso a los beatos, algo similar gritó Jesús en la Cruz: "por qué me has abandonado". Y si quiere llorar en mi hombro se lo presto un rato