lunes, 22 de septiembre de 2014

El Bordado de Dios


Cuando yo era pequeño, mi mamá solía coser mucho. Yo me sentaba cerca de ella y le preguntaba qué estaba haciendo. Ella me respondía que estaba bordando. Siendo yo pequeño, observaba el trabajo de mi mamá desde abajo, por eso siempre me quejaba diciéndole que solo veía hilos feos. Ella me sonreía, miraba hacia abajo y gentilmente me decía: “Hijo, ve afuera a jugar un rato y cuando haya terminado mi bordado te pondré sobre mi regazo y te dejaré verlo desde arriba”. Me preguntaba por qué ella usaba algunos hilos de colores oscuros y porqué me parecían tan desordenados desde donde yo estaba. Mas tarde escuchaba la voz de mamá diciéndome: “Hijo, ven y siéntate en mi regazo.” Yo lo hacía de inmediato y me sorprendía y emocionaba al ver la hermosa flor o el bello atardecer en el bordado. No podía creerlo; desde abajo solo veía hilos enredados. Entonces mi mamá me decía: “Hijo mío, desde abajo se veía confuso y desordenado, pero no te dabas cuenta de que había un plan arriba. Yo tenía un hermoso diseño. Ahora míralo desde mi posición, qué bello. ”
Muchas veces a lo largo de los años he mirado al Cielo y he dicho: “Padre, ¿Qué estás haciendo?". Él responde: “Estoy bordando tu vida.” Entonces yo le replico: “Pero se ve tan confuso, es un desorden. Los hilos parecen tan oscuros, ¿Por qué no son más brillantes?” El Padre parecía decirme: “Mi niño, ocúpate de tu trabajo confiando en Mi y un día te traeré al cielo y te pondré sobre mi regazo y verás el plan desde mi posición. Entonces entenderás...” Autor anónimo

lunes, 1 de septiembre de 2014

No señores, no es el mismo Dios


No es la primera vez que oigo decir que un colega utiliza sus predicaciones para criticar mi ministerio, Dios los bendiga. La Biblia nos invita a orar por quienes nos calumnian y difaman. Si supieran que eso no va a hacer que la gente vaya más a sus misas, al contrario, la gente no puede ver con buenos ojos a quienes quieren crecer a costa de  bajar a otros, signo inequívoco de falta de autoestima en palabras del papa Francisco. Ahora entiendo por qué. No es el mismo Dios. Ojalá que esto sirva para ellos pero también para la gente que dice "todas las religiones creen en el mismo Dios pero con diferente nombre". No señores. No es el mismo Dios con diferente nombre. 

El Dios en quien yo creo no es una energía cósmica, un ser impersonal, una cosa. Mi Dios no pide diezmo a cambio de "prosperidad". Mi Dios no juzga por las apariencias, o los tatuajes, o la moda, "porque la gente se fija en las apariencias pero Dios mira el corazón" (1 Samuel 16,7). Mi Dios no cree en Jerarquías separadas de la gente que no se bajan del presbiterio a dar la paz, que dice una cosa y hace otra (Mateo 23,3), o que convierten la religión en una carga pesada  (Mateo 23,4), o que se creen mejores porque utilizan vestiduras sacerdotales (Mateo 23,5), o que buscan "puestos preferenciales" (Mateo 23,6).  Mi Dios tampoco es un dios de miedo, que se la pasa excluyendo a homosexuales o a los divorciados vueltos a casar. Mi Dios no bendice ejércitos ni dictaduras ni a torturadores. Mi Dios no es un dios sádico, que pide sacrificios humanos, que comanda ejércitos para destruir herejes o que justifica atropellos o abusos contra mujeres o niños. 

Mi Dios es el Dios Padre de Jesucristo, es el Padre que ama a todos (Mt 5,45); que conoce los secretos del corazón (Mt 6,1-6); que sabe lo que necesitamos (Mt 6, 8 y 6,32); a quien podemos acudir con confianza porque es bueno (Mt 6,9-13; 7,7-11). Mi Dios es  AMOR (1 Juan 4,8) El Padre ama a todos (Mt 5,45);  conoce los secretos del corazón (Mt 6,1-6);  sabe lo que necesitamos (Mt 6, 8 y 6,32); a él podemos acudir con confianza porque es bueno (Mt 6,9-13; 7,7-11).

Mi Dios nos ama como el Padre de la parábola ama a su hijo perdido y recuperado y lo abraza(Lc 15,11-32) independientemente de lo que ha hecho con su vida. De este modo, la conversión a Dios, el permitir a Dios que reine en nosotros, no puede ser fruto del temor, sino de la absoluta fascinación de saberse amado, aún después de ser infiel.  

Mi Dios es el Dios de Jesús que no vino para ser servido sino para servir (Mc 10,45). El solidario con la víctima, con los marginados: el pueblo sencillo abandonado de sus pastores (Mc 6,34); los niños (Mc 10,13-16); los samaritanos, considerados  como desviados en la fe;  la hija de una extranjera (Mc 7,24-30); las viudas (Lc 7,11-15); las prostitutas (Lc 7,36-47);  las adúlteras, condenadas a morir apedreadas (Jn 8,1-11); los enfermos en general (Mc 1,32) y entre ellos, los leprosos, condenados a pregonar su “impureza ritual” para que nadie los tocara  (Mc 1,40-42). El que comía con publicanos y pecadores públicos, porque cree que desde la cercanía y el amor es posible la conversión de los hombres. Los fariseos y rabinos lo criticaban por esto: “este hombre, recibe a los pecadores y come con ellos. (Lc 15, 2;5,30)

Mi Dios no es el Dios castigador de algunos pasajes del Viejo Testamento, es el Dios misericordioso del Nuevo Testamento, el que no quiere sacrificios sino misericordia (Mateo 12,7). Mi Dios es el Dios del papa Francisco, el Dios cercano, misericordioso, que abraza y se acerca, mi Dios es el Dios de Jesús.