viernes, 30 de marzo de 2012

La nueva generación de padres


ÁNGELA MARULANDA. Autora y Educadora Familiar. www.angelamarulanda.com


Somos las primeras generaciones de padres decididos a no repetir con los hijos los errores de nuestros progenitores. Y en el esfuerzo de abolir los abusos del pasado, somos los más dedicados y comprensivos pero a la vez los más débiles e inseguros que ha dado la historia. Lo grave es que estamos lidiando con unos niños más “igualados”, beligerantes y poderosos que nunca.

Parece que en nuestro intento por ser los padres que quisimos tener, pasamos de un extremo al otro. Así, somos los últimos hijos regañados por los padres y los primeros padres a quienes los hijos nos regañan; los últimos que le tuvimos miedo a los padres y los primeros que les tememos a los hijos; los últimos que crecimos bajo el mando de los padres y los primeros que vivimos bajo el yugo de los hijos. Y lo que es peor, los últimos que respetamos a nuestros padres, y los primeros que aceptamos que nuestros hijos nos irrespeten.


En la medida que el permisivismo reemplazó al autoritarismo, los términos de las relaciones familiares han cambiado en forma radical, para bien y para mal. En efecto, antes se consideraba buenos padres a aquellos cuyos hijos se comportaban bien, obedecían sus órdenes y los trataban con el debido respeto; y buenos hijos a los niños que eran formales y veneraban a sus padres. Pero en la medida en que las fronteras jerárquicas entre adultos y niños se han ido desvaneciendo, hoy los buenos padres son aquellos que logran que sus hijos los amen, aunque poco los respeten. Y son los hijos quienes ahora esperan respeto de sus padres, entendiendo por tal que les respeten sus ideas, sus gustos, sus apetencias y su forma de actuar y de vivir. Y que además les patrocinen lo que necesitan para tal fin. Como quien dice los roles se invirtieron, y ahora son los papás quienes tienen que complacer a sus hijos para ganárselos, y no a la inversa, como en el pasado. Esto explica el esfuerzo que hacen hoy tantos papás y mamás por ser los mejores amigos y parecerles “chéveres” a sus hijos.


Se ha dicho que los extremos se tocan. Y si el autoritarismo del pasado llenó a los hijos de temor hacia sus padres, la debilidad del presente los llena de miedo y menosprecio al vernos tan débiles y perdidos como ellos. Los hijos necesitan percibir que durante la niñez estamos a la cabeza de sus vidas como líderes capaces de sujetarlos cuando no se pueden contener y de guiarlos mientras no saben para dónde van.

Si bien el autoritarismo aplasta, el permisivismo ahoga. Sólo una actitud firme y respetuosa les permitirá confiar en nuestra idoneidad para gobernar sus vidas mientras sean menores, porque vamos adelante liderándolos y no atrás cargándolos, rendidos a su voluntad. Es así como evitaremos que las nuevas generaciones se ahoguen en el descontrol y hastío en el que se está hundiendo una sociedad que parece ir a la deriva, sin parámetros ni destino.


miércoles, 28 de marzo de 2012

Divina Pastora de Barquisimeto, Cronología.


La Divina Pastora es una Imagen "de vestir" de madera policromada y articulada de principios del siglo dieciocho.

     Año 1703
En Sevilla el sacerdote Capuchino fray Isidoro de Sevilla, inspirado por su ferviente espíritu Mariano, concibió mediante una revelación la imagen de la Divina Pastora. El padre le hizo al artista Miguel Alonso de Tovar la siguiente descripción: “En el centro y bajo la sombra de un árbol, la virgen santísima sedente en una peña, irradiando de su rostro divino amor y ternura. La túnica roja, pero cubierto el busto hasta las rodillas, de blanco pellico ceñido a la cintura. Un manto azul, terciado al hombro izquierdo, envolverá el entorno de su cuerpo, y hacia el derecho en las espaldas, llevará el sombrero pastoril y junto a la diestra aparecerá el báculo de su poderío. En la mano izquierda sostendrá al niño y posará la mano derecha sobre un cordero que se acoge a su regazo. Algunas ovejas rodearán la Virgen, formando su rebaño y todas en sus boquitas llevarán sendas rosas, simbólicas del Ave María con que la veneran” Dos meses después, el artista Miguel Alonso de Tovar culmina la pintura en lienzo de la “Divina Pastora de Almas” del Padre Isidoro.



                                                              
ORIGEN DE LA IMAGEN VENERADA EN SANTA ROSA: Año 1715-1736

Existen cuatro versiones distintas sobre la imagen articulada de madera que se venera en Santa Rosa:

1.  Cajones cambiados:
Entre 1736-1740 el párroco de Santa Rosa Sebastián Bernal y el párroco de la Inmaculada Concepción de Barquisimeto, Felipe del Prado pidieron a España simultáneamente una imagen de la Virgen, el primero una de la Inmaculada Concepción y el segundo una de la Divina pastora. Los cajones se intercambiaron por una razonable equivocación. Cuando trataron de enmendar la equivocación la de la Pastora, se puso tan pesada que no pudo moverse. (Hermano Nectario María)

2. La trajeron los Misioneros Capuchinos:
Entre 1715-1724 la imagen sería traída por misioneros capuchinos junto a estampas y estandartes quienes tenían la misión de expandir la devoción y esta llegaría a Santa Rosa antes que Sebastián Bernal.

3. La trajo Sebastián Bernal
Desde 1736 hasta 1794 fue párroco de Santa Rosa Sebastián Bernal devotísimo de esta advocación. El mandaría a pedir la imagen en 1740. 

4. Es hecha en Venezuela:
Según Harry Shuster, restaurador, el torso de la pastora es similar al de las imágenes de fabricación venezolana. aunque el rostro y las manos pudieron elaborarse en España.

Al respecto, no hay seguridad. El primer documento histórico que la nombra es de 1746.



Año 1812
El templo de Santa rosa se desploma por un terremoto, menos el nicho que contenía la imagen.



Año 1856
Padre Macario Yépez barquisimetano, gran orador, fundador de escuelas, e ilustre apóstol de occidente, entregado a sus fieles, en especial a los más pobres y a la reconstrucción del Templo Inmaculada Concepción después del terremoto

1. Murió de Cólera:
La epidemia de cólera morbus azotaba a Barquisimeto. El padre Macario Yépez pidió que los santarroseños trajeran en procesión a la Divina Pastora el 14 de Enero hasta la Iglesia la Concepción donde era párroco en rogativa por la liberación de la enfermedad. Allí, de rodillas le pidió a la virgen ser él la última víctima del cólera.

2. Murió de Tifus:
El ofrecimiento lo haría el padre en el lecho de muerte. La sobrina del padre aseguró que su tío murió luego de fiebre tifoidea en la que degeneró el cólera el 16 de Junio de 1856.

Desde entonces cada 14 de Enero la imagen visita a Barquisimeto acompañada de una gran multitud de personas y es devuelta a Santa Rosa para el domingo de Ramos.


Año 1906
Visita número 50: Himno a la Divina Pastora. Letra de Andrés Delgado y música de Simón Wohnsielder:
CORO
¡Oh piadosa y amante Pastora!
De las almas dulcísimo amor:
Oye el himno que cantan, Señora,
Los que te aman con tanto fervor.
I
Tú eres, Madre, divino consuelo
Del que lleva en el alma pesar;
Tú le ofreces las llaves del Cielo
Al que siempre te sabe alabar(2)
II
Flores puras, lozanas y bellas
Su exquisita fragancia te dan:
Y al redor de tu trono de estrellas
Los querubes cantándote están (2)
III
A tu influjo, Pastora celeste,
Para siempre de aquí se alejó
La horrorosa y mortífera peste
Que este pueblo infeliz desoló (2)

IV
Dados Virgen la paz que anhelamos
Y con ella la dicha eternal
Como siempre nosotros te amamos,
Dulce madre de todo mortal(2)


Año 1956:
A los 100 años de su visita a Barquisimeto es coronada canónicamente por el Cardenal Crisanto Luque, arzobispo de Bogotá. Acompañado por Monseñor Críspulo Benítez Fonturvel Arzobispo de Barquisimeto.



 Año 1991:
Aliñe Araña, especialista en restauración hizo un estudio con rayos x y curó la madera de la imagen de todas sus fisuras injertando trozos seleccionados de alta calidad. Lo mismo hizo con el niño del mismo autor que a partir de aquí volverá al regazo de la virgen. Por mucho tiempo se le colocó otra imagen de un niño no articulado.



Año 1993:
Boris Ramírez de Barquisimeto y Harry Shuster de Puerto Cabello removieron capas de pintura hasta llegar al fondo y restauraron la imagen según el color original y con procedimientos similares a la época de la Colonia. La Capa azul, pintada a mano, ganó un premio Dior y fue colocada sobre el féretro de Boris.




Año 2006
En su visita 150 las reliquias de Nuestra Señora de Coromoto, de la Chiquinquirá de Aregue y de Altagracia de Quibor fueron traídas a  Barquisimeto para encontrarse con la imagen de la Divina Pastora. La feligresía larense le ofreció un rosario de oro bendecido por el papa Benedicto XVI. Elaborado por el orfebre Alexis Hernández. El rosario le fue colocado a la imagen por Monseñor Tulio Manuel Chirivella y Monseñor José Luis Aguaje (Arzobispo y Obispo auxiliar de Barquisimeto)

            En Septiembre de este año, una peregrinación desde Barquisimeto entrega una réplica de nuestra imagen a Sevilla. Y en Octubre Harry Shuster vuelve a restaurar la imagen original lo mismo que a una réplica que reposa en la Iglesia de Santa Rosa.






lunes, 26 de marzo de 2012

Amor de aceptación


SOBRE EL AMOR DE ACEPTACIÓN: 

Con aportes de Mikel de Vianna S.J. y Piet Van Breemen 
(Como pan que se parte) Sal Terrae.

1.-        La más profunda necesidad del ser humano es la de ser amado, aceptado, apreciado. Hay diversos tipos de amor, pero ahora hablamos del más fundamental: el amor de aceptación. Para vivir necesitamos que nos acepten como somos y por lo que somos. Nada tiene efectos más negativos y duraderos que la experiencia de no ser  aceptados. La aceptación es como el aire que respira nuestro yo profundo.

2.-        Hay un elemento que el ser humano recibe en sus primeras relaciones personales: la confianza base. Lamentablemente esa confianza base falta a muchos adultos que la dan por descontada. La confianza base es el primer elemento de una personalidad sana y en ella se fundamentan todos los demás rasgos. Produce una seguridad profunda en sí mismo y en la relación con el otro que se manifiesta en un optimismo general que permite vivir con serenidad y placidez.

Cuando la confianza base no se desarrolla en la primera edad, los niños suelen quedar severamente afectados. Si desde niños se aloja en nosotros la convicción de que no se nos acepta, ni se nos aprecia, ni somos dignos de amor, creceremos bajo la imagen de un “falso yo”, lleno de inseguridades que requerirá ser sanado para vivir serenamente. En cambio si en los primeros años de edad tenemos la experiencia de ser amados, aceptados, protegidos, en nosotros se desarrolla la certeza de ser dignos de amor y pasamos el resto de la vida evidenciando nuestro yo profundo y usando nuestras capacidades en favor de la vida.

Cuando no  se  nos  acepta, algo  se rompe dentro de nosotros. Una vida sin aceptación está frustrada en su necesidad fundamental, haciendo imposible el desarrollo de la confianza base y con ella la seguridad y el optimismo general que nos anima a vivir.

3.-        Ser aceptado significa que las personas con quienes vivo me hacen sentir que  soy valioso y digno de respeto; ellos son felices porque yo soy quien soy. Me permiten ser como soy y aunque todos tenemos que crecer y perfeccionarnos, no me obligan a hacerlo a la fuerza, ni me imponen un modo de ser “deseable”, no tengo que pasar por alguien quien no soy.

            Aceptar a una persona es no darle motivos para que se sienta poca cosa. Cuando se acepta a una persona  no se le ponen etiquetas por lo que ha hecho o por lo que ha sido; antes bien, se le abre el espacio para que despliegue lo mejor que lleva dentro de su verdadera personalidad, para que enmiende sus errores y crezca interiormente. Etiquetar a una persona y no esperar de ella nada de nuevo o de bueno, es como esterilizarla o quitarle el aire para la vida de su verdadero yo profundo.

            Toda persona nace con una capacidad de potencialidades que si no son estimuladas con el toque de la aceptación, permanecen dormidas, ocultas para siempre. La aceptación en cambio libera todo lo que de bueno lleva adentro una persona. La aceptación es lo que nos permite ser esa persona única que estamos llamados a ser. Una persona aceptada es feliz porque “ha sido descubierta como persona” y puede crecer desde dentro sin trabas. 

Al aceptar a una persona “por lo que hace”, no se le acepta, porque siempre habrá otra persona  que pueda hacer, incluso mejor, lo que aquella persona hace. Solo cuando uno es apreciado “por lo que es”, se le acepta como la persona única que Dios ha creado. Aceptar a alguien no es negar sus defectos, ni tratar de encubrirlos. Cuando no se reconocen los defectos de una persona, es señal de que no se le acepta y no se le conoce profundamente. Al aceptar realmente a una persona se pueden mirar de frente sus defectos sin dramatizar ni hacer tragedias.

4.-        Cuando no hemos tenido la experiencia de ser verdaderamente aceptados, no nos encontramos a nosotros mismos, y sin darnos cuenta, nos identificamos con falsas imágenes de nosotros mismos. Al faltar la experiencia de ser aceptados, nuestro espíritu pobre y debilitado busca satisfacer la necesidad de sentirse amado de mil maneras, muchas de ellas inútiles y dolorosas:

-El orgullo, la jactancia, la soberbia que sutilmente pretenden despertar la alabanza o la estima y que frecuentemente reciben como paga el temor o el desprecio de los demás.

-La rigidez, la aspereza de carácter, el legalismo, la indecisión,  todos fenómenos que nacen de la inseguridad, de la falta de confianza base y se acompañan por la falta de coraje, de imaginación y de libertad para dar un paso fuera de lo trazado.

-El deseo de ser el centro, la necesidad de imponer los propios puntos de vista, el sentirse amenazado por cosas inocuas, las tendencias a exagerar, las sospechas, las murmuraciones y dureza de juicio sobre los demás.

-El complejo de inferioridad, la inseguridad recurrente, los temores injustificados, la incapacidad para reconocer las propias virtudes y valores.

-La búsqueda de gratificaciones y placeres fáciles y superficiales, el deseo de posesión de personas y cosas, dificultades crónicas de adaptación sexual.

            Por muy diversos que nos parecen estos fenómenos, normalmente tienen una base común: la falta de aceptación. Una persona aceptada logra vivir en equilibrio y no necesita buscar gratificaciones y reconocimientos de estos modos, porque ha encontrado las fuentes de la verdadera felicidad y realización personal que le permiten vivir con optimismo y placidez.

5.-        Es posible que el falso yo se haya consolidado a través de  prácticas rigurosas en  espiritualidades equivocadas. No toda espiritualidad conduce a la madurez y al descubrimiento del verdadero yo. Una falsa concepción de humildad  puede hacernos creer que “ser humilde” es evitar hacer aquello que somos capaces de hacer bien, y muchas cualidades, quedan irremediablemente enterradas. La verdadera humildad consiste en conocerme bien y aceptarme, reconociendo en mis capacidades, dones de Dios que deben ser puestos al servicio de la vida y de los demás.

            Otra visión falsa parece suponer que Dios no puede querer para mí lo que yo deseo para mí mismo y que nace de los deseos más profundos de mi corazón. Es como creer que Dios está “contra” nosotros y no “en” y “con” nosotros. Es verdad que los designios de Dios son más profundos que nuestros deseos, pero también es cierto que Dios ha inscrito en nuestros corazones la ley de su Espíritu (Jeremías 31,33; Ezequiel 36, 27). Nos cuesta creer que el Espíritu Santo se revela en nuestros corazones.

            Una equivocada visión de la afectividad puede esterilizar nuestra capacidad de amistad y amor concreto. Con frecuencia tenemos miedo de mirar de frente y aceptar nuestros deseos y sentimientos, que son los que son y no son otros. Tenemos miedo de que sean “malos y vergonzosos”. Y es que ni nos conocemos ni nos aceptamos. Se nos olvida que el deseo y el sentimiento más profundo es siempre positivo y viene de Dios: el deseo de amar y ser amados. Si tuviéramos la valentía de mirarnos profundamente no encontraríamos nada de qué avergonzarnos: encontraríamos las huellas de la mano de Dios y nos aceptaríamos tal y como somos. 




EL AMOR DE ACEPTACIÓN DE DIOS

1.-        Jesús quiere que cada uno conozca la verdad sobre sí mismo, sea verdaderamente libre y tenga Vida en plenitud (Juan 8,32 y 10,10). Desafortunadamente muchos cristianos viven ocultando su verdadero yo y lo sustituyen por un “yo ideal” (como los fariseos), para ganar aprobación de los demás.
           
Toda persona experimenta un temor de conocerse profundamente. Esclavos del miedo no nos atrevemos a reconocer que la realidad de lo que hemos vivido, es una continua búsqueda del amor incondicional y de la ternura. (Romanos 5,6-8; 1 Corintios 13,4-8). “Hasta cuando pecamos, lo que estamos buscando es el amor y  la felicidad, aunque de manera equivocada” San Agustín

            Mucho hemos insistido en los “mandamientos”, pero se nos suele olvidar que “el mandamiento” más importante y previo a todos los demás es el de aceptarnos como somos y no “como deberíamos ser”. Esta es la condición para comenzar a vivir serena y fecundamente.

2.-        Dios me acepta tal y como soy; no como pienso o me dicen que “debería ser”. Pero una cosa es saberlo y otra cosa es creerlo y aceptarlo de corazón. Nuestra vida nunca ha sido ”como debería haber sido”, y sin embargo, independientemente de lo que haya sido o haya hecho, Dios me ama como soy en este preciso momento. San Agustín decía: “un amigo es el que conoce todo de ti y sin embargo te acepta.” Eso pasa con Dios: conoce tus grandezas y tus miserias, tus páginas luminosas y oscuras, te comprende te acepta y te ama. No se queda esperando que cambies y seas mejor. Simplemente te acepta aquí y ahora.

3.-        Siempre se ha insistido en la importancia de amar a Dios y con razón. Pero es mucho más importante el hecho de que Dios me ama, antes de que yo lo pueda amar, cuando no lo merezco. Me ama porque quiere, no porque yo sea bueno (Romanos 5,6-8). Y no hay nada ni nadie que pueda impedir que Dios me ame, ni siquiera yo con mi propio pecado (Romanos 8,31-39). “El amor consiste en esto, no en que hayamos  amado a Dios, sino en que Él nos amó primero a nosotros” (1 Juan 4,10). Lo fundamental de la fe cristiana y de sus contenidos es la certeza de que Dios nos ama. Es el mismo Jesús quien lo afirma: “que sepa el mundo que tú me enviaste y que los has amado a ellos como me amaste a mí” (Juan 17,23). Y nos cuesta creer que Dios nos pueda amar como ha amado a su hijo Jesús, pero es que Dios no puede amar más que plenamente. Nosotros “tenemos amor”, pero Dios es amor y no se divide ni se reduce: se da plenamente.

4.-        Nadie escapa a la tentación de preguntarse en la adversidad ¿Cómo Dios lo ha permitido?. Es muy difícil creer  que Dios me ama, me acepta y no me abandona en el momento de dolor. Y el hecho es que pase lo que pase, aunque yo no lo vea ni lo entienda, Dios no me retira su amor ni me abandona. Este es el riesgo de la fe. Yo no puedo condicionar o manipular el amor que Dios me tiene; solo puedo abandonarme a él y dejarme amar de las mil formas, muchas veces incomprensibles que  Dios escoja para amarme. 

            La otra cara de la misma moneda se puede presentar así: si Dios me ama y me acepta así, con toda mi biografía por delante ¿Por qué yo tengo que ser más exigente que Dios? ¿Por qué no me amo ni me acepto?. La aceptación que Dios nos profesa se puede convertir en el punto de partida para descubrir y desarrollar la autoaceptación, verdadera piedra angular de una vida reconciliada con Dios y con los demás. En otras palabras, el punto de partida para una verdadera espiritualidad.



           
CONSECUENCIAS DEL ENCUENTRO CON LA TERNURA

1.-       La gracia de ir a las últimas profundidades de mí mismo. Viaje poblado de monstruos y fantasmas. Al final, lo más auténtico de mí mismo, la ternura deseada y ofrecida. Toda nuestra vida puede ser leída como un tejido de ternura deseada, buscada, obtenida, traicionada. “Dios es amor” 1 Juan 4,8, es decir, Dios es ternura: amor sin condiciones. Descubrir que mi última realidad es la ternura, es descubrir mi íntima sintonía (semejanza) con Dios, con su presencia que ilumina a todo hombre venido al mundo. (Juan 1,9)

2.-        El encuentro con la ternura original, es la experiencia de que Dios me acepta como soy. Y que nada  me puede arrebatar su amor (Romanos 8,38). La experiencia de saberse aceptado nos da ojos nuevos para ver de un modo insospechado toda la existencia. Esto es particularmente importante en relación con las páginas oscuras, inconfesadas e inconfesables de la vida. De aquí nace la reconciliación consigo mismo, con Dios y con los demás. Es la superación del temor y la inseguridad. Se derrumba el castillo de las falsas seguridades, y se está a la intemperie, al desnudo, pero provisto de una seguridad absoluta. Aquí nace también la experiencia de ver a Dios en todas las páginas de la vida. Todo lo vivido es don de Dios y ante ello sólo cabe el agradecimiento.
3.-        La providencia divina es la certeza de que Dios siempre ha estado secreta, misteriosa, divinamente presente en mi vida, y yo no lo puedo impedir. Y que todo sucede para bien. Que lo que sucede es lo mejor que pudo haber pasado. O que en mi historia nada absolutamente se pierde. “Tú crees insultar a Dios  y no haces más que alabarle. Crees oponerte a Él y no haces más que abrirte a su amor. Crees gritarle tu odio, tu rebeldía, y no haces más que decir cuánta necesidad tienes de Él”. (Ellie Wiesel) Solo Dios saca bien del mal. Pero a nadie se le ahorra el dolor de encontrarse consigo mismo. Sólo el dolor acrisola la capacidad de escuchar, comprender y aceptar. La verdad ni se descubre ni se aprende; se llora.

4.-        Sólo el que ha vivido mendigando amor de mil modos, a veces grotescos, (La Magdalena), puede ser sorprendido en la experiencia con una inundación de amor, y salir como nuevo, a repartir a manos llenas lo que ahora desborda su copa. El que no conoció ni reconoció la herida, sino que la ocultó con sedas y brocados, no puede saber del bálsamo que cura.

5.-        La salida de la culpa es el acceso a una zona luminosa; la percepción de nuestra bondad, para leer mi vida sin amarguras. La segunda inocencia, una vida serena, sin culpas y sin odios, sin vergüenzas ni venganzas. Para todos es un don, porque no es obra de la voluntad, la ternura simplemente se recibe.

6.-        Sólo quien vivió la herida y sanó su herida con la presencia  de Dios, puede ser maestro de espíritu. Hace falta la prueba del dolor (Hebreos 2,18), o de la enfermedad, o de la depresión y llorar la propia verdad para poder vivirla. Sólo el que ha pasado la noche  en lucha cuerpo a cuerpo con el Ángel, puede subir la escala santa y ayudar a otros a subirla. Sólo el varón de dolores puede ser solidario, tierno, padre, amigo. Desconfío de la “maestría espiritual” de los creyentes de “hoja blanca de servicios”. Los que siempre fueron “buenos”, llegarán al cielo sin darse cuenta, pero aquí no son capaces de dar la mano al que está apaleado por la culpa, por el dolor, por la vergüenza, la división interior. Ser sacerdote es asumir un ministerio de compasión, solidaridad; y sólo quien ha pasado por la prueba del dolor, la enfermedad y la crisis puede ayudar a los que ahora la están pasando. Hay una experiencia límite: tener delante a uno que te ama más cuando más desecho estás (confesión).

7.-      Quien se ha encontrado con la ternura, no puede ya vivir pasando a los demás la factura del amor no recibido.  Su cáliz desborda y es espontáneo vivir repartiendo ternura a quien la tiene negada. En esto consiste el núcleo de la espiritualidad cristiana: Hacer destinatario al necesitado de la ternura recibida.





Cerrando círculos: Pablo Cohelo

                                   

CERRANDO CÍRCULOS SE ATRIBUYE A PABLO COHELO
Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida, si insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capítulos, como quieras llamarlo. Lo importante es poder cerrarlos, y dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.

¿Terminó tu trabajo?, ¿Ya no vives más en esa casa?, ¿Debes irte de viaje?, ¿La relación se acabó? Puedes pasarte mucho tiempo de tu presente “revolcándote” en los por qué, en devolver el CD y tratar de entender por qué sucedió tal hecho. El desgaste va a ser infinito, porque en la vida, tú, yo, tu amigo, tus hijos, tus hermanos, todos y todas estamos encaminados hacia ir cerrando capítulos, ir dando vuelta a la hoja, a terminar con etapas, o con momentos de la vida y seguir adelante.

No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni preguntándonos por qué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros.

¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir! Por eso, a veces es tan importante destruir recuerdos, regalar presentes, cambiar de casa, romper papeles, tirar documentos, y vender o regalar libros. Los cambios externos pueden simbolizar procesos interiores de superación.

Dejar ir, soltar, desprenderse. En la vida nadie juega con las cartas marcadas, y hay que aprender a perder y a ganar. Hay que dejar ir, hay que dar vuelta a la hoja, hay que vivir sólo en el presente. El pasado ya pasó. No esperes que te devuelvan, no esperes que te reconozcan, no esperes que alguna vez se den cuenta de quién eres.

Suelta el resentimiento. Prender “tu televisor personal” para darle y darle al asunto, sólo consigue  dañarte mentalmente, envenenarte, y amargarte. La vida está para adelante, nunca para atrás. Si andas por la vida dejando “puertas abiertas”, por si acaso, nunca podrás desprenderte ni vivir lo de hoy con satisfacción. ¿Noviazgos o amistades que no clausuran?, ¿Posibilidades de regresar? ¿A qué?, ¿Necesidad de aclaraciones?, ¿Palabras que no se dijeron?. Si puedes enfrentarlos ahora, hazlo, si no, déjalos ir, cierra capítulos.

Dite a ti mismo que no vuelves. Pero no por orgullo ni soberbia, sino, porque tú ya no encajas allí,  en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en esa oficina, en ese oficio. Tú ya no eres el mismo que fuiste hace dos días, hace tres meses, hace un año. Por lo tanto, no hay nada a qué volver. Cierra la puerta, da vuelta a la hoja, cierra el círculo. Ni tú serás el mismo, ni el entorno al que regreses será igual, porque en la vida nada se queda quieto, nada es estático. Es salud mental, amor por ti mismo.

Nada ni nadie es indispensable. Ni una persona, ni un lugar, ni un trabajo. Nada es vital para vivir porque cuando tú viniste a este mundo, llegaste sin ese adhesivo. Por lo tanto, es costumbre vivir pegado a él, y es un trabajo personal aprender a vivir sin él, sin el adhesivo humano o físico que hoy te duele dejar.

Es un proceso de aprender a desprenderse y, humanamente se puede lograr, porque te repito: nada ni nadie nos es indispensable. Sólo es costumbre, apego, necesidad. Pero cierra, clausura, limpia, tira, oxigena, despréndete, sacúdete, suéltate. Hay muchas palabras para significar salud mental y cualquiera que sea la que escojas, te ayudará definitivamente a seguir adelante con tranquilidad.

¡Esa es la vida!