viernes, 22 de mayo de 2015

Elegidos desde la eternidad para servir

(Meditación 20 de Mayo del 2015) para los seminaristas del Seminario mayor Divina Pastora de Barquisimeto p. Jesús Genaro Pérez. Seminario Divina Pastora

Aunque la palabra elección es perfectamente válida como veremos en los siguientes textos bíblicos, prefiero la palabra vocación. Se puede elegir cualquier objeto, pero solamente las personas podemos ser “vocacionadas”. La palabra “vocación” implica dos cosas:

1. Un llamado (elección): Dios nos llama por nuestro propio nombre: “Jaire María”, “Saulo, Saulo”, “Tu eres Pedro”
2. Y una misión: Guiar un pueblo, ser profeta, extender el Reino

Textos bíblicos
Los siguientes textos bíblicos explican muy bien el título de esta meditación:
“Antes que te formaras en el seno de tu madre ya te conocía, antes de que tú nacieras yo te consagré y te destiné a ser profeta de las naciones” Jeremías 1,5 
“En Cristo Dios nos eligió antes de que creara el mundo para estar en su presencia santos e irreprochables ante Él por el amor” Efesios 1,4
“Ustedes no me eligieron a mí, he sido yo quien los eligió a ustedes y los preparé para que vayan y den fruto y ese fruto permanezca.” Juan 15,16

Estructura de los relatos vocacionales:
Todo relato vocacional, pero también toda experiencia vocacional auténtica tiene cuatro etapas perfectamente identificables

1. Iniciativa de Dios: Fui yo quien los elegí a ustedes. Nuestra vocación no es una elección nuestra, es una elección de él. Y se parece más a una seducción, a un enamoramiento de parte de Dios que a un reclutamiento: “Me ha seducido Señor y yo me dejé seducir por ti, me has forzado y has sido más fuerte…” Jeremías 20,7 Y a nosotros nos toca responder con amor, y avivar continuamente esa llama. Solo los enamorados (Mateo 19,12) pueden renunciar a otros amores: “Hay quienes por amor al Reino de los cielos han descartado la posibilidad de casarse”. De hecho todo el problema de los vocacionados, religiosos, sacerdotes y casados es por falta de enamoramiento, el que no está enamorado cuando no tiene problemas se los inventa. No en vano los grandes místicos, mujeres y hombres llaman a Dios “El Amado” y utilizan expresiones similares al Cantar de los Cantares. Esa seducción fue expresada en el famoso relato vocacional atribuido a San Agustín

Tarde te amé hermosura siempre antigua y siempre nueva, tarde te amé. Y he aquí que tú estabas dentro de mí y no fuera. Por fuera te buscaba y deforme como era me lanzaba sobre esas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo pero yo no estaba contigo. Llamaste y exclamaste y rompiste mi sordera, brillaste y resplandeciste y fugaste mi ceguera. Exhalaste tu perfume y respiré y siento hambre de ti. Me tocaste y abraseme en tu paz”

2. Las dudas del vocacionado:
Las dudas del vocacionado se resumen en dos. La primera es ¿Por qué a mí?, la segunda es ¿Seré capaz?. A la primera pregunta ¿Por qué a mí? La respuesta es porque sí. No por apariencias, no por posición social, no por coeficiente intelectual, no porque lo merezcas. Lo expresa magistralmente Santa Teresita de Lisieux en la introducción de su biografía:

“Antes de ponerme a escribir, me he arrodillado ante la imagen de María (la que tantas pruebas nos ha dado de las predilecciones maternales de la Reina del cielo por nuestra familia), y le he pedido que guíe ella mi mano para que no escriba ni una línea que no sea de su agrado. Luego, abriendo el Evangelio, mis ojos se encontraron con estas palabras: «Subió Jesús a una montaña y fue llamando a los que él quiso, para que estuvieran con Él (y enviarlos a predicar)» (San Marcos 3, 13-14).”  He ahí el misterio de mi vocación, de mi vida entera, y, sobre todo, el misterio de los privilegios que Jesús ha querido dispensar a mi alma.
ÉL NO LLAMA A LOS QUE SON DIGNOS, SINO A LOS QUE ÉL QUIERE, o, como dice san Pablo: «Tendré misericordia de quien quiera y me apiadaré de quien me plazca. No es, pues, cosa del que quiere o del que se afana, sino de Dios que es misericordioso» (Romanos 9, 15-16)

En el texto de Marcos encontramos en dos breves versículos, el significado de la vocación cristiana: “Llamó A LOS QUE QUISO, para que estuvieran (Comunidad) con ÉL (Intimidad con Cristo) y enviarlos a predicar y expulsar demonios (Misión)

Respecto a la segunda pregunta: ¿Seré capaz de enfrentar los retos que implican mi vocación?. No, ningún vocacionado lo fue por su propia capacidad. Las excusas sobran en la Biblia y en la historia de la Iglesia de todos los tiempos.

Abraham: “Soy muy viejo”; “Moisés: Me cuesta hablar”; Jeremías “Soy muy joven”; Ezequiel: “He pecado con mi boca”; San Pablo era un perseguidor de la Iglesia, Pedro un cobarde traicionero, los discípulos eran ambiciosos y peleaban por los primeros puestos. Los más grandes santos fueron primero grandes pecadores y encabezando la lista, San Agustín quien rindió cuentas de sus pecados en sus “Confesiones” escritas, y luego San Francisco, el alma de las fiestas locas de la juventud de Asís, seguido por San Ignacio de Loyola, el mundano y seductor enamorado en busca de gloria militar, y Santa Teresa de Ávila, enemiguísima de ser monja y enredada y distraída con sus amoríos y vanidades, durante 20 años, una monja acostumbrada a la rutina vacía en su vida religiosa.

3. La gracia de Dios:
Dios reviste al vocacionado con los dones y capacidades necesarios para su misión como podemos constatar en la historia de los personajes mencionados. “Dios no te ama (pongamos “llama”) porque tú seas bueno, sino porque Él es bueno (porque quiere) y amándote te hace bueno (te hace capaz)” San Agustín. Dios no llama a los perfectos, perfecciona a los que llama, no llama a los santos, santifica a los que llama. “No creo haber conseguido la meta ni me considero ya perfecto, sino que prosigo mi carrera hasta conquistar, siendo y conquistado por Cristo. No hermanos yo no creo haber conseguido la meta, sino que olvidando lo que dejé atrás me lanzo hacia adelante, puestos los ojos en Cristo…” Filipenses 3,12-14 “Sé pasar privaciones y vivir en la abundancia, estoy entrenado para todo y en todo momento, a estar satisfecho o hambriento, en la abundancia o en la escasez. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Filipenses 4,12-13

4. Misión:

La iglesia corre el riesgo de vivir para contemplarse a sí misma, o vivir mirando al cielo como los discípulos el día de la ascensión del Señor. Unos ángeles se les acercaron para decirles: “Varones Galileos, qué hacen ahí parados mirando al cielo.” Hechos 1,11 Sin servicio la vocación está incompleta, somos elegidos para servir, no a nosotros mismos ni siquiera a la iglesia, sino al Reino de Dios, eso sí, en la Iglesia y desde la Iglesia, pero al Reino de Dios, oliendo a ovejas y codeándonos con los otros miembros del Pueblo de Dios, con distintas vocaciones, pero también elegidos y llamados desde la eternidad para dar fruto y fruto abundante y ser irreprochables ante Él por el amor.