sábado, 13 de octubre de 2012

La oración según Edgar Benítez




En un retiro de oración, el psiquiatra y amigo Edgar Benítez nacido en Caracas pero barquisimetano de corazón, ateo por mucho tiempo y ahora creyente, escribió estas palabras acerca de la oración

"Orar para mí es hablar con Dios, es mi momento personal de encuentro con Él en la soledad y el silencio. Es descubrir que el vacío que sentía en mi ser es una nada llena de Dios, es sentir que ya no existe la soledad porque Él la llena; es callarme y dejar que del fondo silencioso de mi alma broten sus palabras, es dejar de vagar como un huérfano, es encontrar la grandeza de mi Creador en el más humilde rincón de mi casa y de mi alma, es saberme su hijo, es gemirle desde mi pequeñez como un niño, es poder contarle lo que me sucede tanto cuando me duele el alma como cuando estoy alegre.

Es saber que también lo puedo encontrar en las pequeñas rendijas que hay dentro de la muchedumbre; en el corto silencio que calla en el bullicio, en la única estrella de la noche oscura en la que a veces me encuentro, es saber también que la alegría que me brinca en el corazón cuando bailo y cuando amo es Él y se llama Dios.

Para mí, orar es saber que Él me oye cuando nadie me oye...es un acto de profunda intimidad porque cuando oro somos Él y yo solamente, es el momento en que me siento único, primogénito y querido sin importar mis miserias. Para mí, orar es lavar mi corazón en el agua bendita de la palabra que pronuncia su nombre aunque yo haya pecado, aunque lo haya negado.

Es bañarme en el mar de su misericordia, mar de vida, mar de verdad, mar de perenne resurrección. Orar es darle la oportunidad a mis pedazos muertos y podridos de que resuciten. Para mí orar es entrar en el templo que Él construyó en el centro de mi ser. Es saberlo allí, es llenarme de su mirada para que suceda lo que Él quiera y disponga para exiliar de mi alma y de mi vida el miedo, el miedo a vivir, el miedo a mi hermano, el miedo al amor, el miedo a soltarme en sus brazos para siempre.

Orar para mí es comer el pan que mi Padre me hace cada mañana como si lo hubiera hecho mi madre o mi esposa. Para mí orar es derrotar el aislamiento cuando yo digo: "Padre" y Él, dulcemente, me responde "Hijo" y todo el universo se vuelve un diapasón que resuena su voz. Para mí orar es matar de amor al traicionero que llevo por dentro, es ajusticiar de ternura al cobarde que me habita, es darle de beber y de comer a ese que más de una vez no sabe ser compasivo con su hermano y que soy yo mismo.

Para mí orar es sentir el alivio de saberme tan infinitamente pequeño y que en el fondo de mi corazón habita Él. Es arrodillarme en sus manos suaves, es sentir que me besa en el corazón sin importarle lo que yo sea o haya hecho. En fin, para mí orar es entrar en el misterio con la mirada de un niño". Edgar Benítez