LA BIBLIA y EL CORPUS CHRISTI
JESÚS DICE: “ESTO ES MI CUERPO” Y “ESTA ES MI SANGRE”; ÉL NO DICE: ESTO ES SÓLO UN SÍMBOLO DE MI CUERPO Y SANGRE
Mateo 26, 26-28: “Mientras comían, Jesús tomó pan, lo bendijo, lo partió y, dándoselo a los discípulos, dijo: Tomen y coman, ésto es mi cuerpo. Y tomando un cáliz y dando gracias, se lo dio, diciendo: Bebed de él todos, que ésta es mi sangre de la alianza que será derramada por muchos para remisión de los pecados”.
Marcos 14, 22-24: “Mientras comían, tomó pan, y bendiciéndolo, lo partió, se lo dio y dijo: Tomen, éste es mi cuerpo. Tomando el cáliz, después de dar gracias, se lo entregó y bebieron de él todos. Y les dijo: Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos”.
Lucas 22, 19-20: “Tomando el pan, dio gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que es entregado por vosotros; haced esto en memoria mía. Asimismo el cáliz, después de haber cenado, diciendo: Este cáliz es la nueva alianza de mi sangre, que es derramada por ustedes”.
Hay muchas maneras en hebreo o arameo según las cuales Jesucristo pudo decir “esto representa mi cuerpo”, o “esto sigifica de mi cuerpo” (Biblia de los Testigos de Jehová), pero no lo hace. Jesucristo dice “ésto es mi cuerpo” y “esto es mi sangre” "ESTIN TO SOMA MOU"
JESÚS DICE: “ESTO ES MI CUERPO” Y “ESTA ES MI SANGRE”; ÉL NO DICE: ESTO ES SÓLO UN SÍMBOLO DE MI CUERPO Y SANGRE
Mateo 26, 26-28: “Mientras comían, Jesús tomó pan, lo bendijo, lo partió y, dándoselo a los discípulos, dijo: Tomen y coman, ésto es mi cuerpo. Y tomando un cáliz y dando gracias, se lo dio, diciendo: Bebed de él todos, que ésta es mi sangre de la alianza que será derramada por muchos para remisión de los pecados”.
Marcos 14, 22-24: “Mientras comían, tomó pan, y bendiciéndolo, lo partió, se lo dio y dijo: Tomen, éste es mi cuerpo. Tomando el cáliz, después de dar gracias, se lo entregó y bebieron de él todos. Y les dijo: Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos”.
Lucas 22, 19-20: “Tomando el pan, dio gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que es entregado por vosotros; haced esto en memoria mía. Asimismo el cáliz, después de haber cenado, diciendo: Este cáliz es la nueva alianza de mi sangre, que es derramada por ustedes”.
Hay muchas maneras en hebreo o arameo según las cuales Jesucristo pudo decir “esto representa mi cuerpo”, o “esto sigifica de mi cuerpo” (Biblia de los Testigos de Jehová), pero no lo hace. Jesucristo dice “ésto es mi cuerpo” y “esto es mi sangre” "ESTIN TO SOMA MOU"
1 CORINTIOS 10,16 enseña claramente que el pan y el vino consagrados son una comunión con el CUERPO Y SANGRE DE CRISTO:
“El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?”.
1 CORINTIOS 11,26-28 Dice que recibir la comunión indignamente es pecar contra el cuerpo y la Sangre del Señor
“Pues cuantas veces coman este pan y beban este cáliz, anuncian la muerte del Señor hasta que Él venga. Así, pues, quien come el pan y bebe el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Examínese, pues, el hombre a sí mismo, y entonces coma del pan y beba del cáliz; pues el que come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condenación”
Si el Pan y el Vino consagrados fuera sólo un pedazo de pan y algo de vino, tomado en memoria de Cristo, ¿Cómo podría alguien que lo recibe de manera indebida sea culpable del cuerpo y sangre del Señor? Obviamente no sería declarado culpable del cuerpo y sangre de Cristo a menos que la Eucaristía fuese verdaderamente el cuerpo y sangre de Cristo.
EL MILAGRO DE BOLSENA:
En el siglo XIII, el sacerdote alemán, Pedro de Praga, se detuvo en la ciudad italiana de Bolsena, mientras realizaba una peregrinación a Roma. Era un sacerdote piadoso, pero dudaba en ese momento de la presencia real de Cristo en la Hostia consagrada. Cuando estaba celebrando la Misa junto a la tumba de Santa Cristina, al pronunciar las palabras de la Consagración, comenzó a salir sangre de la Hostia consagrada y salpicó sus manos, el altar y el corporal.
El sacerdote estaba confundido. Quiso esconder la sangre, pero no pudo. Interrumpió la Misa y fue a Orvieto, lugar donde residía el Papa Urbano IV.
En el siglo XIII, el sacerdote alemán, Pedro de Praga, se detuvo en la ciudad italiana de Bolsena, mientras realizaba una peregrinación a Roma. Era un sacerdote piadoso, pero dudaba en ese momento de la presencia real de Cristo en la Hostia consagrada. Cuando estaba celebrando la Misa junto a la tumba de Santa Cristina, al pronunciar las palabras de la Consagración, comenzó a salir sangre de la Hostia consagrada y salpicó sus manos, el altar y el corporal.
El sacerdote estaba confundido. Quiso esconder la sangre, pero no pudo. Interrumpió la Misa y fue a Orvieto, lugar donde residía el Papa Urbano IV.
El Papa escuchó al sacerdote y mandó a unos emisarios a hacer una investigación. Ante la certeza del acontecimiento, el Papa ordenó al obispo de la diócesis llevar a Orvieto la Hostia y el corporal con las gotas de sangre. Orvieto es una preciosa ciudad de la Umbría, región italiana que ha dado a la Iglesia innumerables santos. Basta mencionar a San Francisco, Sta. Clara de Asís, Sta. Clara de Montefalco, San Valentín, San Benito, Sta. Rita entre otros.
Se organizó una procesión con los arzobispos, cardenales y algunas autoridades de la Iglesia. A esta procesión, se unió el Papa y puso la Hostia en la Catedral. Actualmente, el corporal con las manchas de sangre se exhibe con reverencia en la Catedral de Orvieto.
El Santo Padre movido por el prodigio, y a petición de varios obispos, hace que se extienda la fiesta del Corpus Christi a toda la Iglesia por medio de la bula "Transiturus" del 8 septiembre del mismo año, fijándola para el jueves después de la octava de Pentecostés y otorgando muchas indulgencias a todos los fieles que asistieran a la Santa Misa y al oficio
A partir de entonces, miles de peregrinos y turistas visitan la Iglesia de Santa Cristina para conocer donde ocurrió el milagro.
En Agosto de 1964, setecientos años después de la institución de la fiesta de Corpus Christi, el Papa Paulo VI celebró Misa en el altar de la Catedral de Orvieto. Doce años después, el mismo Papa visitó Bolsena y habló en televisión para el Congreso Eucarístico Internacional. Dijo que la Eucaristía era “un maravilloso e inacabable misterio"
SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI EN VENEZUELA:
Dado que Venezuela fue consagrada al Santísimo Sacramento del altar, la fiesta se desplaza del jueves al Domingo, para darle mayor solemnidad
Fuente: Conferencia Episcopal Venezolana
Aunque la devoción al Cuerpo y la Sangre de Cristo en Venezuela es de Época del la Colonia, a finales del siglo XIX, después de la difícil situación que debió afrontar la Iglesia durante la Independencia y la primera época republicana , y en vista de las nuevas perspectivas que se vislumbraban, surgió la iniciativa de consagrar la República al Santísimo Sacramento.
El culto a Jesús sacramentado estaba teniendo entonces gran incremento, especialmente desde la fundación de la adoración perpetua en la Iglesia de Las Mercedes, en Caracas, en 1882. Pero el principal propulsor de la consagración oficial fue el Pbro. Juan Bautista Castro, capellán de la Santa Capilla, hombre ilustre por muchos títulos y más tarde Arzobispo de Caracas. Para preparar este homenaje fue constituida una Junta Nacional, la cual solicitó del Episcopado Nacional, que consagrara a perpetuidad la República a Jesús Sacramentado.
Esta petición fue unánimemente acogida por los Obispos, y así, el 2 de julio de 1899 el Arzobispo de Caracas, Mons. Críspulo Uzcátegui, leyó por sí y en nombre de todos el Acto de la Consagración. Es reconfortante comprobar cómo desde entonces la vida eclesial floreció en Venezuela. Ello se manifiesta en la creación de nuevas diócesis, así como de seminarios e instituciones educativas de todo nivel, el retorno de las órdenes religiosas y la fundación de institutos femeninos de vida consagrada. Momento de singular trascendencia fue la firma del Convenio entre la Sede Apostólica y la República de Venezuela, instrumento jurídico por medio del cual se ha regulado la relación Iglesia – Estado desde 1964 hasta nuestros días. Desde entonces hasta hoy, la Iglesia ha realizado la reforma promovida por el Vaticano II, fundó la Conferencia Episcopal Venezolana, y ha planificado sucesivos planes conjuntos de pastoral; han florecido los movimientos laicales y las vocaciones sacerdotales y religiosas.
Dado que Venezuela fue consagrada al Santísimo Sacramento del altar, la fiesta se desplaza del jueves al Domingo, para darle mayor solemnidad
Fuente: Conferencia Episcopal Venezolana
Aunque la devoción al Cuerpo y la Sangre de Cristo en Venezuela es de Época del la Colonia, a finales del siglo XIX, después de la difícil situación que debió afrontar la Iglesia durante la Independencia y la primera época republicana , y en vista de las nuevas perspectivas que se vislumbraban, surgió la iniciativa de consagrar la República al Santísimo Sacramento.
El culto a Jesús sacramentado estaba teniendo entonces gran incremento, especialmente desde la fundación de la adoración perpetua en la Iglesia de Las Mercedes, en Caracas, en 1882. Pero el principal propulsor de la consagración oficial fue el Pbro. Juan Bautista Castro, capellán de la Santa Capilla, hombre ilustre por muchos títulos y más tarde Arzobispo de Caracas. Para preparar este homenaje fue constituida una Junta Nacional, la cual solicitó del Episcopado Nacional, que consagrara a perpetuidad la República a Jesús Sacramentado.
Esta petición fue unánimemente acogida por los Obispos, y así, el 2 de julio de 1899 el Arzobispo de Caracas, Mons. Críspulo Uzcátegui, leyó por sí y en nombre de todos el Acto de la Consagración. Es reconfortante comprobar cómo desde entonces la vida eclesial floreció en Venezuela. Ello se manifiesta en la creación de nuevas diócesis, así como de seminarios e instituciones educativas de todo nivel, el retorno de las órdenes religiosas y la fundación de institutos femeninos de vida consagrada. Momento de singular trascendencia fue la firma del Convenio entre la Sede Apostólica y la República de Venezuela, instrumento jurídico por medio del cual se ha regulado la relación Iglesia – Estado desde 1964 hasta nuestros días. Desde entonces hasta hoy, la Iglesia ha realizado la reforma promovida por el Vaticano II, fundó la Conferencia Episcopal Venezolana, y ha planificado sucesivos planes conjuntos de pastoral; han florecido los movimientos laicales y las vocaciones sacerdotales y religiosas.
Acto de Consagración de la República de Venezuela al Santísimo Sacramento. 2 de Julio de 1899
"Soberano Señor del Universo y Redentor del mundo, clementísimo Jesús, que por un prodigio inenarrable de tu caridad te has quedado con nosotros en este sacramento hasta el fin de los siglos; aquí venimos a tus pies a proclamarte solemnemente y a la faz del cielo y de la tierra, nuestro único rey y dominador santísimo. A quien consagramos todos nuestros afectos y servicios y a quien ponemos todas nuestras esperanzas. Tú eres nuestro Dios, y no tendremos otro alguno delante de tí, en tus manos ponemos nuestra suerte y con ella los destinos de nuestra patria. Muchos te hemos ofendido, y como el hijo pródigo hemos disipado en los desórdenes tu herencia, perdónanos que ya volvemos con espíritu contrito a tu casa y a tus brazos. Recíbenos, salvador nuestro, y concédenos que venga a nosotros tu reino eucarístico.
Levanta bien alto tu trono en nuestra República, a fin de que en ella te veas glorificado por singular manera y sea honra nuestra, de distinción inapreciable, el llamarnos la República del Santísimo Sacramento. Te entregamos cuanto somos y cuanto tenemos cubre nuestra ofrenda con tú mirada paternal y hazla aceptable y valiosa en tú divina presencia.
Otra vez te pedimos nos recibas, que no nos deseches, y que este acto de nuestro amor y de nuestra gratitud sea repetido, cada vez con mayor fervor, de generación en generación, MIENTRAS VENEZUELA EXISTA, para que jamás la apartes de tú Sagrado Corazón. Que así sea para nuestra vida del tiempo y después. Por los Siglos de los Siglos.
Amén.